El PRI se equivocó y falló: hoy paga las consecuencias

 El PRI se equivocó y falló: hoy paga las consecuencias

 

*Ricardo Moreno

Cuánta razón tenía Oscar Wilde, dramaturgo, poeta y escritor irlandés.

Una de sus frases más conocidas es: “Hay dos tragedias en la vida: la primera alcanzar lo que tanto deseas y, la otra, no alcanzarlo jamás” y esas palabras vienen a mi mente ahora que noto al PRI desdibujado y sin propuesta clara.

En medio de la etapa de gobiernos divididos entre 1996 y 2012, con la idea de levantar a ese partido de las derrotas presidenciales anteriores, Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray y Jesús Murillo Karam, iniciaron una campaña mediática para fijar la idea de que el gobernante, sea gobernador o presidente de la República, debía tener garantizada una mayoría parlamentaria para poder gobernar.

Utilizaron intelectuales y plumas, quienes reprodujeron el mensaje de que México necesitaba un presidente que pudiera tomar decisiones de fondo, y para eso, el Congreso era un obstáculo más.

Fue así que se modificaron las reglas electorales en 2014 sobre la integración de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, tras la experiencia obtenida en el Estado de México, para legalmente cambiar el sistema de representación proporcional pura.

Dicho en forma sencilla y clara: el priismo con su presidente Peña Nieto al frente, montaron la estratagema del “Pacto por México”, con el fin de lograr sus propósitos, y para ello, compraron voluntades de políticos y dirigentes partidistas, y lo aderezaron desplegando todos los recursos del Estado para defenestrar el sistema de gobiernos divididos que obliga al diálogo y limita el autoritarismo.

La intención de Peña Nieto y su partido era reinventar el sistema autocrático priísta. En ese momento era imprescindible que el PRI volviera a ser el de antes con el Presidente de la República tomando las decisiones y en el que el resto de los poderes se constituyeran como simples oficialías de partes; que volviera pues la dictadura perfecta, esa que ahora tanto añoran muchos de quienes vivieron como rémoras a la sombra del sistema.

Ahora piensan que en el régimen democrático y el sistema de gobiernos divididos eran una pesada carga para los gobernantes, pues obligaban a acordar a las distintas fuerzas políticas.

A muchos les parecía un estorbo, una situación embarazosa, y por eso decidieron ponerse de acuerdo en el Pacto por México y terminar esa etapa.

Se esmeraron en ir como una sola columna e hicieron de este país lo que quisieron: cambiaron la Constitución y las leyes a su antojo, dilapidaron el patrimonio nacional, de por sí menguado después del salinato, entregando por completo el sector energético a la iniciativa privada y al capital internacional.

Reformaron las leyes electorales para entorpecer la formación de partidos políticos y establecieron a su antojo reglas para la sobre representación en las cámaras en favor de mayorías exiguas.

No les cruzaba por la cabeza lo que vendría. La constancia y determinación de la ciudadanía no consintió esos excesos y el fenómeno de López Obrador volvía a recorrer toda la geografía nacional.

Se pensaron todopoderosos y que estaban blindados, pero se equivocaron y en 2018, pese a todos los intentos por detener el descontento popular, fallaron.

Toca ahora entender que la política, el mundo y la vida dan vueltas. Esos mismos que hicieron todo por destruir el sistema de gobiernos divididos, que surgen de la voluntad popular para dar a cada partido el porcentaje de representación que obtiene en las urnas, hoy exigen y patalean por el diálogo, pues la mayoría ya no es de ellos.

Cayeron en las redes de su propia conjura pensando que abrían las puertas de un nuevo régimen; se equivocaron y hoy están pagando las consecuencias.

Su tragedia, como lo apuntaba Oscar Wilde, es haber logrado lo que tanto desearon.

Ricardo Moreno Bastida

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