La pretendida irrupción de Xóchitl Gálvez en la contienda electoral no constituye un “fenómeno” como se ha querido presentar por varios periodistas y comentaristas. No lo es por varias razones que mencionaré a lo largo de este ejercicio.
1. Xóchitl hasta hace unas cuantas semanas deseaba, y me consta, ser Jefa de Gobierno de la Ciudad de México y a ello estaba dedicada de tiempo completo.Su actividad, pero sobre todo su activismo, estaba concentrado en la conquista de la Ciudad de México y en lograr que se mantuviera la alianza opositora para la elección del año entrante en la capital de la República.
2. Ante las negociaciones llevadas a cabo por las cúpulas de los partidos y por Claudio X. González con miras a la elección presidencial en la que, inicialmente el PAN llevaría mano en la elección de Presidente de la República, y el PRI en la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, cambiaron las circunstancias y las prioridades no sólo personales sino también las partidistas.
3. La cúpula de poder ha impuesto a Xóchitl como la candidata de la alianza por sus condiciones supuestamente disruptivas, pero en realidad se trata de un despliegue mediático y acompañada de una campaña de todos los medios claramente alineados desde hace varios años con la derecha que hace las veces de caja de resonancia de ocurrencias, actos mediáticos y alardes tanto lingüísticos como teatrales encabezados por la aspirante, sedicente indígena y humilde.
4. Se trata de una campaña de construcción de un producto “populachero” para enfrentar la próxima elección presidencial, que los líderes de la oposición saben pérdida, pero de la que quieren rescatar el mayor número de asuntos en las cámaras de diputados y senadores que también estarán en juego el próximo año.
5. La idea de la construcción de una candidatura, a partir de una conducta locuaz, chabacana y popular no es novedosa. En Latinoamérica y en nuestro país tenemos ejemplos claros. En Ecuador el repudiado Abdalá Bucaram, mejor conocido como el “loco”, llegó al poder mediante una campaña basada en ocurrencias y un lenguaje de confrontación que llamó la atención del electorado, pero que en pocos meses se disolvió en el desencanto por su particular forma de gobernar.
En nuestro país, el traidor a la democracia Vicente Fox llegó al poder construyendo su candidatura con la idea de cambio y con un discurso ranchero y socarrón que presentaría a sus adversarios como víboras, tepocatas o alimañas, pero que en el ejercicio gubernamental pactó y gobernó con ellos traicionando la aspiración de cambio de los ciudadanos mexicanos.
6. Xóchitl Gálvez no es una dirigente de masas y, ni siquiera, una dirigente política sino un producto comercial. Carece de ideario político propio y solo reproduce la idea de terminar con la cuarta transformación y con Andrés Manuel López Obrador sin ofrecer propuestas alternativas o programas de gobierno alternativos. Xóchitl es la representación del pasado en una envoltura comercial que pretende ser novedosa y llamativa.
Por estas razones, entre otras, es que no será presidenta; sólamente será utilizada por la cleptocracia que insiste en regresar al régimen de prebendas y privilegios. Ella misma, según se sabe ahora, ha sido beneficiada a través de sus empresas con jugosos contratos gubernamentales en diversos gobiernos tanto de la Ciudad de México y sus delegaciones, como del gobierno federal.
Mexico ha cambiado mucho. El electorado es cada vez más exigente y crítico. El electorado mexicano va a distinguir claramente entre una candidatura impostora, construida mediáticamente, o bien, entre una candidatura natural surgida desde la profundidad de un movimiento transformador que ha calado profundo en la sociedad de nuestro país.
Xóchitl en el fondo es lo mismo y representa a los mismos. Su pretendida candidatura es la impostura de un fenómeno político que ya conocimos los mexicanos y que terminamos por repudiar. Es pues, una de esas zagas cinematográficas cuyas segundas partes nunca son buenas.
