Ricardo Moreno

Alejandra del Moral Vela se muestra como una candidata de cristal. Ha lanzado la piedra y esconde la mano. Se quiere deslindar de quienes están detrás de ella, trata de ocultar que son los mismos de siempre, los que han saqueado y empobrecido al Estado de México.

Son los mismos que se enriquecieron al amparo del poder público.

Pero no se puede tapar el sol con un dedo, ni con el pretexto de la violencia política de género.

Alejandra del Moral ha sido parte de ese sistema corrupto que privilegió sus intereses. Como diputada, presidenta municipal y secretaria ha defendido el beneficio de unos cuantos sobre el interés general.

Su intenso cabildeo como diputada federal para aprobar la Reforma Eléctrica de Enrique Peña Nieto que entregó a multinacionales la generación de energía eléctrica y su paso como funcionaria por el gobierno estatal no pueden ni deben ser olvidados.

Sus vínculos y la operación política que llevó a cabo en uno de los gobiernos más corruptos en la historia del Estado de México la marcan como parte de ese sistema corrupto y corruptor que, gracias a historias de telenovela, dinero y complacencia de políticos y medios de comunicación instaló la idea de que la corrupción es parte de nuestra “cultura” en el país.

Ella y ese grupo de cínicos priistas y socios del pacto por México, trataron de generalizar su convicción de que “el que no transa no avanza” y que caracterizó a la Legislatura en la que ella se desempeñó como diputada federal y en la que los moches se implantaron.

Llevaron a cabo con cinismo el tráfico de influencia y solicitaron dinero a cambio de etiquetar recursos para obras federales en los municipios del país.

Son corruptos y eso lo sabe el pueblo de México. Eso es lo que representa Alejandra del Moral. Ella ha sido parte de ese sistema y aunque duela a su equipo de campaña no lo pueden negar. El pueblo mexiquense ha despertado y se perfila para ejercer el arma democrática más eficaz para llevar a cabo el cambio que tanto añora: el sufragio.