2019: LA GUERRA SUCIA TERMINÓ

 2019: LA GUERRA SUCIA TERMINÓ

Dentro de las transformaciones que vivimos y que no percibimos por el oleaje de noticias generadas a cada minuto está una que tal vez sea de las más ignoradas: terminó la guerra sucia en México. Duró más de medio siglo y tuvo capítulos terribles como la matanza de estudiantes en el 68, el “halconazo” en el 71 y la persecución de universitarios y líderes guerrilleros, políticos opositores, militantes de izquierda, etc.

La cruel guerra sucia que fue consecuencia de las tensiones entre la ex URSS y los Estados Unidos de Norte América en México desde los años sesenta al menos en México parece haber muerto de origen porque el capitalismo/neoliberalismo no pudo evitar que llegara la izquierda al gobierno como es su objetivo en muchas partes del mundo, principalmente en América Latina.

La izquierda gobierna y los partidos tradicionales que abandonaron el nacionalismo por el libre mercado, así como los conservadores, fueron reducidos producto de sus mismos errores, el principal, oprimir en términos de bienestar social y derechos humanos a la inmensa mayoría de los mexicanos.

Podría parecer que la guerra sucia terminó en los años ochenta cuando empezaron a caer los regímenes socialistas más relevantes como fue Alemania Oriental y la U.R.S.S., al tiempo que la sociedad mexicana y su gobierno miraba al exterior y entraba a la autopista de la globalización.

La “modernidad” no evitó que esta “guerra de baja intensidad” mantuviera la represión las voces que se oponían al poderoso partido de Estado ahora con más encono por el respaldo obtenido desde el imperio del norte -tema para analizar por separado-.

Los movimientos guerrilleros en la sierra de Guerrero si bien ya no representaban el riesgo de la invasión comunista como se creía, no desaparecieron y tampoco los grupos paramilitares entrenados por la CIA para mantenerlos a raya: era un hecho que existían, pero oficialmente se negaban.

En el campo político los que se “movieron en la foto” también fueron perseguidos: Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez por formar la Corriente Democrática del PRI, y aliados como Heberto Castillo, sufrieron la represión por formar el Frente Democrático Nacional cuando el Partido del Frente Cardenista nombró como candidato presidencial al hijo del general para la fraudulenta elección de 1988.

Los miembros de este frente integrado por otros partidos socialistas, asociaciones campesinas y de colonos fueron perseguidos por el aparato de Estado dentro de esta nueva etapa de la guerra sucia con un saldo de casi medio millar de militantes asesinados o desaparecidos. A la fecha se desconoce la cifra exacta porque el gobierno siempre se negó a reconocer estos hechos.

La guerra sucia como política de Estado no desaparecía y volvió a dejar ver su cara más cruel con las matanzas de indígenas en Acteal y Aguas Blancas, una vez que aparecieron los movimientos subversivos del EZLN, EPR y ERPI.

Los grupos paramilitares operaban con total impunidad asesinando por igual a hombres, mujeres, niños y ancianos, desplazando por la vía de las armas a comunidades enteras obligándolas a vivir en la selva.

Estas no cesaron pese a la conformación de la Comisión de Concordia y Pacificación encabezada por el desaparecido Manuel Camacho Solís y el obispo Samuel Ruiz: por un lado dialogaban y por otro los paramilitares actuaban con impunidad. Hasta la fecha el problema persiste en todo el sureste del país.

En años más cercanos la matanza y desaparición de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa podría ser otro ejemplo de los mecanismos de control de esta guerra sucia ahora mezclada con el terrible ingrediente del narcotráfico.

Aquí el Estado, las policías, los militares y grupos paramilitares pudieron ser los culpables de este crimen de lesa humanidad que podría comprobarse ahora que se reabrió el expediente por el joven gobierno del presidente López Obrador.

La tónica del Estado es otra, del Ejército Mexicano: ya no se trata de evitar que llegue la izquierda, pues ya llegaron, ya no hay “rojillos” que perseguir porque las políticas económicas son modernas y democráticas.

Esto es importante saberlo ahora que los opositores –antes alabadores del oficialismo y del no pasa nada- no dejan de lanzar incendiaras acusaciones sobre que el presidente López Obrador quiere militarizar al país. No lo entienden o niegan entender que la guerra sucia terminó, que el Ejército ya no va a reprimir a quienes opinen diferente que el gobierno.

El riesgo de que los militares se extralimiten en sus funciones es latente porque parte de las instrucciones que tenían desde lo más alto del gobierno y tal vez no les haya llegado la noticia de que ya no va a ser así. Ahora si se exceden o cometen un delito van a ser procesados incluso en tribunales civiles y no militares como se decía que ocurría antes.

Deben tener claro los militares, las policías preventivas y de investigación que ya no van a ser protegidos por la cadena de mandos si cometen delitos. También deben pensar que ya no tienen la necesidad de hacerlo porque como dije, ya no hay enemigos políticos que reprimir.

Es así que podríamos estar en la puerta que cierra este trágico capítulo de la historia de México y que ahora no nos queda más que se esclarezcan los crímenes del pasado –pero de verdad, no como la supuesta comisión formada por Fox- que se castigue a los culpables que quedan vivos, que se aclaren las responsabilidades de los que ya no están, que se escriba la historia y que los mexicanos y el mundo la conozcan para que no se repita.

Deben conocer hechos tan dolorosos como es que estos grupos paramilitares no fueron espontáneos, sino que fueron capacitados y entrenados en contrainsurgencia, guerra sicológica y supresión de enemigos, incluso capacitados y certificados en la Western Hemisphere Institute for Security Cooperation, mejor conocida como Escuela de las Américas, ubicada en Georgia, E.E.U.U.

Son hechos no reconocidos de manera oficial y que la historia demanda que se escriban.

 

 

Ismael Rojas Escobar

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