El fin de semana pasado, en la presentación del poemario post mortem de Rodolfo Usigli , me encontré con un ejemplar inaudito del Ogro Filantrópico de Octavio Paz. Revisarlo y recordar el sentido de la analogía de Paz me llevó a un pensamiento bastante hondo en el que me descubrí personificando el cúmulo de problemas que enfrentamos en el Estado de México en un GIGANTE.
Cuando pienso en gigantes, automáticamente me remonto a la historia bíblica de David contra Goliat en la que un pequeño, pero noble joven que se dedicaba al pastoreo de ovejas y tocar el arpa le hace frente a un experimentado guerrero de más de dos metros de alto y con una pedrada no solamente mata al gigante sino que termina liberando a toda su nación de la opresión filistea.
Puede que la historia de David nos parezca histórica o fantástica, sin embargo, por encima de nuestras creencias está la coincidencia humana sobre que todxs enfrentamos en lo individual, pero también en lo colectivo algún gigante que quisiéramos matar o que alguien matara con la eficacia de una pedrada.
Frente a este planteamiento, regularmente, pensamos de inmediato en quién o quiénes serían los valientes jóvenes que con o sin experiencia tomarán el riesgo de enfrentar a Goliat, no obstante poner la atención en el individuo y no en la piedra nos ha llevado como sociedad a confiar todas nuestras esperanzas en personas, partidos políticos, movimientos sociales y hasta figuras tanto revolucionarias como mesiánicas que únicamente nos han decepcionado agravando las condiciones del entorno.
En el EdoMéx estamos por comenzar una nueva era, pero el gigante que enfrentamos es el mismo que nos ha amedrentado a nosotros y a nuestros padres, quizá un poco más fortalecido incluso. Esto no significa que sea invencible pero que solo puede ser vencido por la piedra correcta, más que por un nuevo representante.
El escritor Gabriel Zaid, en su libro ¨El poder corrompe”, expresó claramente que todos los seres humanos somos corruptibles hasta por biología, pero que es posible desarrollar instituciones sin corrupción, en otras palabras, que quien lanza la piedra pasa a segundo plano cuando la piedra es lo suficiente sólida, firme y estructurada como para matar de un solo golpe al gigante.