Históricamente las elecciones brindan la oportunidad de conocer a los políticos en su máximo nivel. No todos tienen cualidades para gobernar, pero están muy entrenados en medios para lucir sonrisas atractivas y fotos rodeados de gente que los acerque al pueblo que pretenden gobernar. Muy recientemente, Antoni Gutiérrez, escribió en Políticas y elecciones, “Recordar significa volver a pasar por el corazón. El que haga sentir más y mejor, será recordado. El recuerdo es el nexo más importante para la confianza”, (Gestionar las emociones: 29).
Y sobre el particular cabe destacar que las emociones no siempre son efímeras o circunstanciales pues con frecuencia nuestro cerebro activa circuitos que bloquean la información racional que podría hacernos cambiar de opinión.
“Preferimos las convicciones emocionales, morales o las confirmaciones epistemológicas, es decir, las personas preferimos escuchar lo que queremos escuchar, leer lo que queremos leer y opinar de lo que queremos opinar”.
Distintos campos de la neurociencia ya nos dicen que nuestro cerebro es perezoso y rehúye al conflicto interno, por eso le resulta más práctico validar una opinión previa. De hecho, nuestras elecciones cotidianas tienen mucho más que ver con la información subconsciente que con un complejo entramado racional, Antonio Damasio y Ted Brader entre otros, ya le han dado suficientes evidencias al peso de las emociones en el proceso racional de toma de decisiones. En este sentido la política y las elecciones necesitan comprender este valioso aporte científico: -dice Antoni Gutiérrez Rubí- “poner el acento en la recepción y no en la emisión política implica nuevas lógicas y nuevos desafíos”. Es decir, entender primero al elector en sus sentimientos más básicos y profundos, resultará más eficiente que la simple interpretación de los estudios de opinión tan socorridos en las campañas electorales.
Para el caso del Estado de México, resulta muy evidente que hay una confusión al menos conceptual en la forma de proceder de las precampañas electorales que observaremos hasta el próximo 12 de febrero. De un lado tenemos la estrategia de Morena y sus aliados que, justamente refuerzan la identidad de quienes ya le han manifestado apoyo incondicional a la 4T y a su líder indiscutible, de ahí que Delfina Gómez reitere en sus discursos el célebre “ya sabes quién” en alusión directa a Andrés Manuel López Obrador. En este frente la apuesta es directa: vamos contra los de siempre y combatiremos la corrupción. El personaje de la maestra Delfina conecta con esas premisas y no esperamos cambios en su estrategia. Ya en campaña lo que vendrá serán las propuestas.
En la coalición del PRI las cosas son muy distintas, no sólo por el prolongado predominio político en la entidad sino por la complejidad de intentar representar los contradictorios intereses de partidos políticos que durante décadas fueron opositores. Para efectos de comunicación los coaligados bajo el manto de “Vamos por el Estado de México” siguen sin decir con puntualidad, qué los une más allá del enemigo común (AMLO) y el inescrutable concepto de “Defender al Estado”. Podrán decir qué tales significados serán desarrollados en campaña, pero de igual forma que la apuesta de Delfina Gómez, la estrategia de Alejandra del Moral se centra en los anti obradoristas de clase media y los indecisos o apartidistas que constituyen un grupo determinante, pero que deciden su voto una semana antes o el mismo día de la elección, quizá en eso se encuentre su actual debilidad: apostar desde muy temprano a un grupo tan volátil en el Estado de México.
Sin embargo, tal circunstancia se atempera con su estrategia de “tierra”, ya que sus recorridos se centran en la base priísta mientras que los mensajes en “aire”, en redes busca justamente a estos electores independientes o a los apartidistas. En ambos casos, tanto Delfina como Alejandra del Moral buscan el mismo público objetivo pero lo hacen con diferente énfasis y oportunidad: la abanderada de Morena comenzó con su base más fuerte y recorriendo los municipios más representativos para su partido, mientras que la abanderada de la coalición “Vamos por el Estado de México” está tocando el corazón de la militancia de los municipios pequeños y medianos que le aporta una gran cantidad de votos a su partido y que, seguramente en campaña ya no podrá visitar, pues la batalla en tierra la dará en las ciudades más importantes.
Lo que se aprecia son dos estilos de hacer campaña, que por el momento, advierten igualmente pocos cambios en la preferencia electoral que se mantiene prácticamente intacta desde hace medio año. Y si bien hay un aumento en el reconocimiento para Alejandra del Moral, este no se traslada en apoyo a ninguno de los partidos coaligados.
Qué puede suceder en este periodo intercampañas de 40 días y que servirá para medir si las hipótesis de su campaña se cumplieron cabalmente. De continuar la tendencia a favor de Morena, pero sin crecimiento en favor de la maestra Delfina, combinado con un mayor reconocimiento y eventual crecimiento de Alejandra del Moral, el famoso punto de inflexión se presentará al arranque de campaña: estancamiento de Morena y su abanderada con un aprecio y simpatía crecimiento a favor de Alejandra del Moral; dicho escenario provocaría una elección cerrada. O bien se hace más ancha la banda de diferencia entre ambas coaliciones con la definición de los electores independientes e indecisos que se pueden inclinar por quien haga las mejores propuestas de campaña llevándose a los electores volátiles y a los switchers, que han brincado del PAN y el PRD a Morena y que en la última elección volvieron a votar por cualquiera de los primeros partidos, hoy coaligados con el PRI, en otras palabras no son priístas, pero son profundamente anti obradoristas. Este grupo es quien va a determinar la suerte de las candidatas: con quien se inclinen los de vocación opositora y definan su voto durante la campaña (40% aprox.) provocarán el punto de inflexión.
