El 12 de agosto se conmemoró el Día Internacional de la Juventud, una fecha que nos invita a reflexionar sobre el papel fundamental que tienen las y los jóvenes en la construcción de un mejor país. Jesús Reyes Heroles decía que “se es joven cuando se quiere transformar y no conservar”. Esa frase nos recuerda que la juventud no es solo una etapa biológica, sino una actitud ante la vida: inconformidad frente a lo injusto, entusiasmo por el cambio y esperanza por un futuro más justo y solidario.
En México, más de una cuarta parte de la población es joven. Esto significa que nuestro presente y futuro dependen de cómo logremos canalizar su energía, sus ideas y su creatividad hacia proyectos colectivos que fortalezcan la democracia, la justicia social y el desarrollo sostenible.
Ser joven es atreverse a cuestionar, a proponer y a construir. Es mantener viva la rebeldía frente a lo inaceptable, pero al mismo tiempo comprometerse con la solidaridad y la hermandad. La juventud concientiza la posibilidad de abrir caminos nuevos, allí donde otros solo ven obstáculos.
Sin embargo, la juventud enfrenta retos complejos: desigualdad, falta de oportunidades laborales, violencia, discriminación, entre otros. A pesar de ello, miles de jóvenes en México se organizan en comunidades, colectivos y movimientos sociales que luchan por la defensa del medio ambiente, los derechos humanos y la participación democrática.
El verdadero desafío está en reconocerlos como actores estratégicos y no únicamente como receptores de políticas públicas. La sociedad debe escuchar a sus jóvenes, debe confiar en ellos dándoles las herramientas necesarias, lo cual conlleva a tener una sociedad que no renuncie a su futuro.
México necesita jóvenes que sigan creyendo que todo es posible: que la honestidad puede ser más fuerte que la corrupción, que la justicia puede vencer a la impunidad, que la solidaridad es más poderosa que el individualismo. La juventud, con su entusiasmo y creatividad, es el motor que puede transformar al país en un espacio de igualdad, paz y prosperidad compartida.
Como escribió Reyes Heroles, “se pueden tener mil años y ser joven”. Esto nos recuerda que la juventud también es una actitud que puede mantenerse en cualquier etapa de la vida, siempre que haya pasión por transformar y soñar con un mejor mañana.
En conclusión, hoy más que nunca necesitamos rescatar esa juventud como fuerza transformadora. Reconocer a las y los jóvenes como protagonistas de nuestro presente, lo que da garantía de tener un México con futuro. La juventud no es solo esperanza: es acción, es rebeldía constructiva y es compromiso con lo colectivo. Porque cuando una sociedad les da espacio a sus jóvenes, abre la puerta a nuevas formas de vivir en democracia, de convivir en paz y de construir un país para todas y todos.
