Un 12 de agosto más, mucho o nada que celebrar; todo depende de cómo se observe el vaso. Si se trata de recordar el nacimiento del gran actor Cantinflas o de conmemorar la firma de la Convención de Ginebra entonces tenemos mucho que celebrar. Pero si más bien estamos haciendo alusión al “Día Internacional de la Juventud” entonces, sin ánimos pesimistas, la celebración se vuelve mínima y hasta dudosa.
Las juventudes, como grupo poblacional y social, hemos transitado los últimos años del rechazo al lucro por parte de nuestras autoridades, no sin antes pasar por el desinterés de las mismas. No es que esta sea una letanía ni mucho menos una carta de queja, es una mera descripción de lo que para las juventudes representan los hechos y la concepción de la atención que se nos brinda. Tenemos propuesta, bien hecha la tarea, pero no una actitud dispuesta a que simuladores, palabras y firmas ahoguen el grito de necesidad real -LEY DE JUVENTUDES exigimos ya-.
Queremos ley, presupuesto y Secretaría para que los derechos de todxs los que tenemos entre 12 y 29 años sean garantizados. Una tercera parte de la población representamos y de esa manera necesitamos ser tratados. Que se hagan los cálculos, sin las juventudes no hay trabajo, no hay justicia, no hay seguridad ni mucho menos bienestar.
Este día más que conmemorar o celebrar, las juventudes a una sola voz alzamos nuestra exigencia sin parar. Reconocemos que del plato a la boca se cae la sopa por lo que decimos basta de tantas actividades improductivas, es momento que lleguen las oportunidades de verdad.
Mucho se dice de lo que las juventudes deberíamos ser, no obstante, hay que hacer conciencia y comprender que sin oportunidades ni justicia nada podemos ser. ¡Exigimos y necesitamos ser reconocidos, atendidos y considerados! Estamos listos para actuar.