¿Tú por qué marchas?

 ¿Tú por qué marchas?

Es tan emocionante, sin lugar a dudas, ver a miles de mexicanas y mexicanos organizados para hacerse responsables y hacer política. ¡Mi oración comienza a ser contestada! Pero además de emoción hay serias dudas sobre las motivaciones, causas y efectos que produjeron que 200 mil personas se reunirán en el Zócalo de la CDMX y otros miles más en 90 ciudades de todo el país.

¿Las y los marchistas conocen cabalmente la causa? ¿Salieron a las calles para manifestarse a favor del INE o en contra de AMLO? ¿El INE es realmente democracia o parte de ella? Y por último y más importante, ¿Qué nos conmueve o nos indigna lo suficiente como para dejar de lado la comodidad dominical y salir a las calles a expresarnos en unidad y respeto?

Las respuestas a estas preguntas son poco claras al grado que si se intentan responder no surgen sino más cuestionamientos, especialmente los relacionados con el destino o resultados de estos esfuerzos presuntamente ciudadanos; porque aunque la mayoría coincidimos en que ninguna ni ninguno despertamos queriendo joder a México y que nuestro sueño colectivo más grande es vivir en un país mejor para todas y todos, nuestras causas pero sobre todo como las profesamos, defendemos y promovemos carecen en cierto sentido de congruencia con el supuesto deseo principal.

Pareciera que la intolerancia se ha convertido en el sazonador principal de cada lucha. Que la causa no es México sino tener la razón y que necesariamente requieres un bando para  poder aportar algo o que por lo menos sea tomado en cuenta. Todo indica que si no eres blanco entonces eres negro porque ya los grises no importan; que más que hacer justicia importa tener identidad aunque las cosas se mantenga siempre igual o hasta empeorando.

¡Qué sorpresa ver a tantas y tantos que salen a las calles pregonando hacer el bien y se organizan! Pero entonces, ¿por qué nada cambia? ¿Por qué permanece la injusticia (expresada en todas sus formas)? ¿Por qué continúa imperando el poder sobre la ciudadanía?

Ante tantas reflexiones, preguntas o disyuntivas solo encuentro dos premisas lógicas: la causa no es verdaderamente justa, transformadora o eficiente para conseguir el país que necesitamos o no son tantos, como parecen, los buenos.

 

Alexis Olvera Pino

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