El Coloquio Walter Lippmann celebrado en París, Francia en 1938, constituyó una respuesta sólida a la pérdida de confianza del liberalismo de las primeras dos décadas del siglo XX, así como una oposición franca a la robusta intervención del Estado en el quehacer económico que se observó principalmente en Estados Unidos durante el gobierno de Franklin D. Roosevelt y su aplicación del New Deal. Paralelamente se irían gestando las ideas de John M. Keynes que se materializarían en su obra The General Theory of Employment, Interest and Money publicada en 1936. El liberalismo económico se vería amenazado desde el frente político y el desarrollo teórico por lo que resultaba necesario reivindicar con mayor fuerza.
En este encuentro entre intelectuales, Alexander Rüstow acuñara el concepto neoliberalismo para referirse a un meta liberalismo económico, es decir, ir más allá del laissez-faire.
El neoliberalismo se erige bajo tres preceptos básicos: un libre mercado en función del mecanismo de precios; un Estado mínimo dedicado a crear un marco institucional idóneo para la actividad económica; y el sacrificio de fines sociales para garantizar el cumplimiento de los dos primeros.
La política social para el neoliberalismo resultaba incluso un acto inmoral, pues partía de la idea de que pobreza y riqueza son el resultado de un conjunto de elecciones individuales, por lo que ayudar a quien “ha tomado malas decisiones” representa una injusticia.
Claro está que, para esta corriente político-económica, las personas nacen y crecen en condiciones simétricas, es decir, con “piso parejo”. Si bien Carlos Salinas de Gortari, ex presidente de México marcó el inicio de una política asistencialista, es claro que desde entonces los programas sociales no llegaban de manera íntegra a la masa potencialmente beneficiaria, sino que se otorgaba de manera selectiva y, especialmente, en periodos electorales dando alumbramiento a uno de los principales males de México: el clientelismo político.
Dar apoyos sociales a cambio de una credencial de elector, una fotografía de la boleta marcada a favor del partido en el poder o prometer el voto se convirtió en una costumbre normalizada entre nuestra sociedad que favoreció en sostener el modelo neoliberal. No obstante, tras un voto masivo, en 2018 Andrés Manuel López obrador daría lugar a un viraje importante en el quehacer del Estado. Sin abandonar el modelo de desarrollo basado en una economía libre y de mercado, optó por un robustecimiento estatal mediante la búsqueda de la soberanía alimentaria, energética y, principalmente, los programas sociales universales.
Estos últimos dejaron de entregarse a cambio del voto para llegar a todas las entidades federativas, municipios y comunidades, generando una mejor distribución del ingreso y ayudando a fortalecer el mercado interno.
El lema que justificó la ampliación de la política social fue “por el bien de todos, primero los pobres”. Es preciso resaltar que las entidades federativas contrarias a los partidos de la cuarta transformación llegaban a poner resistencia a las políticas federales (véase el caso del IMSS Bienestar) como parte de su estrategia de oposición y otros más, no contribuyeron de manera plena a alcanzar el objetivo de atender las necesidades de los más desfavorecidos debido a la cuna política que los vio nacer y que determinó hasta el último momento su pensamiento y actividad política.
El Estado de México, aunque alineado con el gobierno federal durante el sexenio de López Obrador, no dio muestras de preocupación por mejorar su política social. En el mejor de los casos, las legislaturas recientes compuestas por miembros de Morena, Partido Verde y Partido del Trabajo se ocuparon de legislar en consonancia de la cuarta transformación.
Tras la llegada de la gobernadora Delfina Álvarez es que el Estado de México entró con mayor vigor en la lucha de la transformación de la vida pública. El ejemplo comenzó desde el momento en que la gobernadora decidió mantener un sueldo que todavía puede ser tildado de “modesto” y de no vivir rodeada del lujo al que sus predecesores estaban acostumbrados. Más bien, radica en una casa de clase media y cerca de las colonias populares.
De igual manera, el postulado “primero los pobres” se ve reflejado en su actividad como titular del ejecutivo y que ha sido totalmente respaldada por la actual legislatura. Un ejemplo de ello es el Presupuesto de Egresos para el Ejercicio 2025 en el que se contemplan incrementos sustanciales para la Secretaría del Bienestar, Secretaría de Educación Ciencia, Tecnología e Innovación, la Secretaría del Agua y la Secretaría de Seguridad.
De este modo, aquel modelo gestado desde las cúpulas ideológicas en 1938 comienza a desaparecer de la esfera pública en el Estado de México con el respaldo popular, pero también del Poder Legislativo y bajo la guía de la gobernadora actual. Empero, aún cabe lanzar algunas preguntas que podrían ser retomadas desde el gobierno estatal y su cámara: ¿cómo va a quedar inscrito en los anales de la historia el Estado de México en la cuarta transformación? ¿Cuál será la identidad propia de la entidad mexiquense en este movimiento? ¿Cómo se definirá el Humanismo Mexicano desde nuestro estado y qué lugar ocuparán sus grandes pensadores?